El exilio de los artistas cántabros tras la Guerra Civil Española es el hilo conductor de la exposición que,bajo el título “Exilio exterior. Exilio interior”, se inauguró ayer viernes, en la Sala Municipal de Exposiciones Mauro Muriedas y cuya duración está prevista hasta el próximo 25 de febrero de 2018. A la inauguración asistió la concejala de Cultura, Cristina García Viñas y Luis Alberto Salcines, de la Fundación Bruno Alonso. La exposición recoge parte de las obras, y de la trayectoria vital de los creadores Rufino Ceballos, Ángel Alonso, Ricardo Bernardo, Eduardo Pisano y Antonio Quirós, que se exiliaron a Francia, Luis Quintanilla, que se fue a Nueva York, junto con las de Santiago Montes, Mauro Muriedas, Jesús Otero y Miguel Vázquez, que estuvieron en la cárcel y se quedaron en España, representando el “exilio interior”.
La exposición parte de una iniciativa emprendida por la Fundación Bruno Alonso, en cuya sede recaló el pasado año, y según explica el presidente de esta entidad, Luis Alberto Salcines, comisario además de la muestra, "desde el primer momento la Fundación tuvo la intención de presentarla en Torrelavega, ciudad a la que tan vinculados estuvieron algunos artistas de la muestra. La sala en la que se presenta lleva el nombre de Mauro Muriedas, quien vivió en Torrelavega desde los 12 años. De la ciudad del Besaya era Eduardo Pisano, visitándola regularmente desde París o Barcelona, lugares de residencia los últimos años. Ricardo Bernardo fue profesor en el instituto de Torrelavega en 1932. Y Jesús Otero mantuvo una estrecha relación con los intelectuales y artistas de Torrelavega, especialmente con Mauro Muriedas, al que acudía a visitar frecuentemente”.
Las obras que forman parte de esta exhibición pertenecen a colecciones particulares. Mientras el “exilio exterior” hace referencia a la obligada diáspora que hubieron de realizar todos los artistas expatriados, el “exilio interior”, concepto acuñado por Miguel Salabert en un artículo y en su novela homónima, fue definido por el periodista Juan Cruz define como “una cárcel abierta cuyos barrotes eran el silencio”.
La historiadora de arte y profesora Esther López Sobrado, que aporta un texto explicativo en el catálogo de la exposición, ha establecido, a pesar de que cada artista tuvo que atravesar su propia peripecia personal, familiar y creativa, unas condiciones comunes a todos ellos, que se reflejan en sus obras, tales como “el desarraigo vital, la angustia de un desarraigo impuesto y la incertidumbre sobre su futuro, la desubicación íntima, contextual y laboral, la pérdida de los canales de exhibición conocidos, la pérdida del reconocimiento adquirido en los medios artísticos, y la necesidad de enfrentarse a un medio artístico diferente”.
Todos ellos, afirma Salcines, “tuvieron que rehacer sus vidas combatiendo el dolor que la memoria les producía pero al mismo tiempo tratando de abrirse camino de nuevo, en la mayoría de los casos, en medio de la precariedad económica. Pese a ello, su intensa vocación creativa trató de imponerse y continuaron realizando una obra que en algunos artistas mostraba más o menos veladamente los signos de la tragedia que había asolado a España. Los personajes doloridos, humillados y ofendidos de Mauro Muriedas, los signos inscritos en las cerámicas escultóricas y ciertas pinturas de Miguel Vázquez, incluso la iconografía en rojos y negros de Eduardo Pisano, podrían contemplarse desde esa perspectiva.
Es por tanto una excelente oportunidad de revisar y apreciar la obra, la personalidad y las circunstancias vitales de todos estos artistas cántabros que sufrieron el exilio exterior e interior y cuyo trabajo, debido a su forzada ausencia de los circuitos artísticos y culturales, es en gran parte desconocido para las actuales generaciones.
Lo más leído